
La pérdida.
La pérdida duele; por ejemplo, cuando perdemos una persona, una esperanza o un bien que era valioso e importante para nosotros. Entonces nos sentimos muchas veces como si hubiéramos perdido un pedazo de nosotros mismos, como si nos hubiéramos ido a menos en alma y cuerpo.
Eso es cierto si persistimos en el duelo más allá del tiempo apropiado y necesario para sobrellevar la pérdida. Porque, entonces, la pérdida también se lleva para siempre algo de nosotros mismos.
Pero en el duelo adecuado recuperamos lo que hemos perdido, lo recuperamos de un modo que nos hace más ricos, serenos, ligeros. Después de la pérdida se nos plantean nuevos retos, nuevas misiones, nuevas relaciones, nuevas posibilidades de desenvolvimiento. Si sabemos aprovecharlas, lo perdido se introduce en ellas como experiencia, como un caro recuerdo, como fuerza. Pero sin seguir atándonos, sino de forma relajada y serena.
En este sentido, la pérdida sirve para nuestra transición, nos hace más ricos, libera nuevas fuerzas, continúa actuando y se convierte en ganancia.
Bert Hellinger